Una breve historia de los teatros de Bucaramanga, Santander- Colombia
Cuando Omar Álvarez, el director del Teatro UIS empezó a ver cine en Bucaramanga en los años 60, siendo un muchachito,lo hacía en un teatro a pocas cuadras de su casa en el norte de la ciudad que se llamaba Colombia.
La boleta costada 2 pesos y tenía derecho a ver dos películas, una detrás de otra. Los jóvenes lo llamaban cine continuo y así lo promocionaban en los periódicos.
El lugar quedaba justo sobre la carrera 15 con calle 20 y según Álvarez, ese teatro fue uno de los que nació siendo sala de cine, porque la gran mayoría fueron primero grandes teatros.
Mucho antes, entre los años 40 y 50, Augusto Schroeder, uno de los primeros realizadores de cine en Bucaramanga, dice que vio llegar al teatro Garnica el cine sonoro. Ese gran edificio ubicado en la carrera 17 entre calles 33 y 34, que se convirtió en uno de los teatros emblemáticos de la ciudad desde su fundación en 1923, fue plaza de toros, ring de boxeo, carpa de circo, tablado para ópera, zarzuela y teatro, y por supuesto, sala de cine. Su ocaso, como el de casi todos los teatros locales y a pesar de ser patrimonio de la ciudad, lo llevó a la demolición para darle paso a un centro comercial.
TEATRO GARNICA:


Ya en 1938, en la cartelera de cine que se publicaba en las páginas de Vanguardia Liberal, se anunciaban las películas en dos teatros, el Garnica y el Santander, que abrió sus puertas desde 1932. Diez años después había cuatro teatros más: el Sotomayor, el Rosedal, el teatro Colombia y el Libertador.
TEATRO SANTANDER TEATRO SOTOMAYOR

TEATRO LIBERTADOR TEATRO ROSEDAL
En los 50 y 60 siguieron apareciendo más teatros como el Unión, que tenía como novedad una pantalla gigante con sonido estereofónico y una capacidad para 1.400 personas. También estaba el teatro Real, que ofrecía el popular cine continuo a 1 peso y sala para fumadores, y el teatro Ana Lucía, que se convirtió en la sala de la ciudad porque traía las películas de estreno y tenía balcón.
En los 70, el auge de las salas de cine aumentó. Y aunque el legendario Garnica dejó de publicar sus carteleras, se abrieron otros como el cine Sofía, que era el teatro del colegio Salesiano y también el cine Los Virreyes, en el colegio Virrey Solis. Hasta funcionaron dos cine clubes. Uno que se llamaba Llegó el cine, que presentaba películas independientes en el teatro El Cid (una sala que se construyó en el mismo teatro Santander), y el emblemático cine club El Hormiguero, que logró sobrevivir 12 años. También nació el teatro Riviera, que subsistió hasta el año pasado y se encuentra en reconstrucción.
TEATRO = MAS CULTURA+
Desde los 80, poco a poco se fueron viniendo a pique cada uno de estos teatros. ¿Por qué? Omar Álvarez dice que en los buenos tiempos, Bucaramanga, más que cinéfilos, pedía a gritos recreación. Después de las seis de la tarde usted no tenía nada más qué hacer que irse a ver una película. Hoy en día sigue siendo igual, pero existen los sitios nocturnos.
Además, con la llegada de la televisión y luego con las modas, dice Luis Hurtado, uno de los fundadores del cine club El Hormiguero, las salas se fueron deteriorando. Las películas llegaron en Beta, en VHS y la gente prefería verlas en la casa que salir, dice.
A esto se sumó que el sector donde se concentraban la mayoría de teatros empezó a deteriorarse. Por ejemplo, el parque Centenario donde se ubicaban El Cid, Cinema 1 y 2 y muy cerca el teatro Libertadores y el Rosedal, se convirtió en vividero de habitantes de calle y ladrones. Usted llegaba y lo atracaban en la puerta. Los administradores terminaron haciendo promociones inimaginables hasta que cayeron en la proyección de películas porno y el siguiente paso fue el cierre, dice Álvarez.
En ese intento por resistirse, Wilson Lizcano, integrante del cine club Cuarto Oscuro de la Unab y cinéfilo, recuerda que fue un éxito la estrategia de los dobletes en los cimenas 1 y 2. Pasaban una película de Bruce Lee y la acompañaban de una de Calimán. También estaba el cine continuo en El Cid, así vi Flash Gordon como tres veces.
Pero mientras esto sucedía, Cine Colombia abrió cinemas en Cañaveral y Cabecera, y la gente ya no quiso bajar al Centro. Luis Hurtado, que hoy es el dueño de video-arte Chaplin y uno de los mayores cinéfilos de la ciudad, dice que cuando Bucaramanga fue atemorizada en los 80 por la Mano Negra con su mal llamada limpieza social, la gente no salía luego de las 8 de la noche.
Para Lizcano, otro de los motivos que aceleró el ocaso de estos teatros fue el tema de la publicidad. Los dueños no saben manejar los medios para promocionar las películas. Promocionan las comerciales, pero cuando traen películas buenas, independientes, no va nadie. Los cinéfilos se enteran a la semana y ya se las han llevado porque no han funcionado, dice.
Para Lizcano es claro que los teatros tradicionales que terminaron convertidos en salas de cine triple X como el Unión, el Rosedal, el Sotomayor, El Cid, etc., se dejaron influenciar por su entorno. El único que quizás no se dejó influenciar fue el Riviera y murió porque la gente prefiere los centros comerciales por seguridad, a pesar de que tenía el mejor sonido (Dolby, instalado por ingenieros de Dolby) antes de que llegara Cinemark. Y a pesar de la cantidad de salas (nueve a finales de los 80), los bumangueses se cansaron también de que no había rotación; una película podía durar hasta 15 días. Hoy, luego de que en 2009 cerraron el Riviera y el Rosedal, no queda ni un solo de los tradicionales teatros. Reinan los multicines de los centros comerciales y en ninguno se programa cine arte.

